Los educadores nos formamos para poder educar para la vida. Pero, sin incluir la muerte de una manera consciente, esta acción siempre estará incompleta y mal enfocada, por lo que la educación plena no será posible.
La muerte es un tema que, generalmente, se ha evitado y ocultado en los diferentes contextos educativos. Pese a estar presente en el día a día desde los medios de comunicación y formar parte de disciplinas (Historia, Filosofía, Biología, Arte, etc.) y temas transversales (paz, medio ambiente, salud, vial, etc.), la muerte ha sido, hasta hace pocos años, un tabú en la educación.
Los educadores nos formamos para poder educar para la vida. Pero, sin incluir la muerte de una manera consciente, esta acción siempre estará incompleta y mal enfocada, por lo que la educación plena no será posible.
La muerte es un tema que, generalmente, se ha evitado y ocultado en los diferentes contextos educativos. Pese a estar presente en el día a día desde los medios de comunicación y formar parte de disciplinas (Historia, Filosofía, Biología, Arte, etc.) y temas transversales (paz, medio ambiente, salud, vial, etc.), la muerte ha sido, hasta hace pocos años, un tabú en la educación.
En momentos difíciles, asociados a pérdidas de seres amados, solemos preguntarnos qué podemos hacer por nosotros y por nuestros hijos o alumnos en situaciones de fallecimientos queridos. La emergencia sanitaria causada por la pandemia (COVID-19) ha intensificado esa pregunta, que ha cuajado en claustros y en conversaciones familiares. También se ha comentado en estos foros cómo nuestros niños afrontan las pérdidas con relativa madurez y entereza.
La Pedagogía de la muerte es la disciplina científica que estudia la educación que incluye la muerte, por ejemplo, en la enseñanza, el aprendizaje formativo, el currículo, la metodología didáctica, los recursos, la formación de educadores (directivos, docentes, familiares), etc. Si la educación es una tarea compartida, no hay que perder de vista que la familia es un agente fundamental de la educación, también en este ámbito.
En este curso se trabaja la comprensión de las posibilidades educativas de la muerte y la pérdida, ampliamente entendidas, para crecer o formarse interiormente, no sólo existencialmente. Se aborda tanto desde una perspectiva didáctica normalizadora en el currículo de cualquier etapa educativa, como del acompañamiento educativo desde la acción tutorial, cuando un alumno o alumna pierden personas significativas.
Se considera la muerte como un imperativo formativo, desde la educación que la conciencia de muerte y finitud pueden generar en el alumnado. Es por ello que se desarrolla desde una perspectiva integradora de la Pedagogía de la muerte, desde varios ángulos: fundamentación educativa, psicopedagógica y antropológica, currículo y pedagogía de la muerte, recursos educativos y acompañamiento desde la escuela ante situaciones de duelo en el alumnado u otros miembros de la comunidad educativa, etc.
El objetivo final es comprender cómo educar incluyendo la muerte y la pérdida de una manera consciente. Esto es, desde la causa del proyecto, que a donde apunta es a que no hay que educar para la vida –siendo como es, globalmente, un desastre–, sino ‘para cambiar la vida y haciéndolo radicalmente’, o sea desde el ego a la conciencia de cada uno de nosotros/as.
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